SALMOS 74-78
1) Sl 73:9. Los malvados han puesto su boca en los mismísimos cielos, y su lengua misma anda por la tierra en el sentido que no respetan a nadie, sea de los cielos o de la Tierra. No dudan en blasfemar contra Dios con su boca y en calumniar al prójimo con su lengua.
2) Sl 74:13, 14. En Ezequiel 29:3 a “Faraón, rey de Egipto”, se le llama “el gran monstruo marino que yace estirado en medio de sus canales del Nilo”. Leviatán tal vez represente a “los hombres fuertes de Faraón”. El hecho de quebrar sus cabezas posiblemente se refiera a la aplastante derrota que sufrieron Faraón y su ejército cuando Jehová liberó a los israelitas del cautiverio egipcio en el año 1513 aec.
3)Sl 75:4, ¿Qué se simboliza con el “cuerno”? La palabra “cuerno” simboliza el poder o la fortaleza. Los cuernos de los animales son armas poderosas.
4) Sl 75: 5 Al usar aqui la expresión ‘ensalzar en alto nuestro cuerno’, se nos previene contra desarrollar una actitud orgullosa o arrogante.
5) Sl 75:7. Jehová es quien ensalza, por lo tanto hemos de ver todas las responsabilidades que se nos asignan en la congregación como dádivas procedentes de él. Entre las obras de Jehová está la de asignar a hombres humildes para que cuiden de su congregación.
6) Sl 75: 10. Jehová levanta los cuernos de su pueblo, lo que indica que lo ensalza, al tiempo que ‘corta los cuernos de los inicuos’.
7) Sl 76:10. ¿Cómo puede “la misma furia del hombre” elogiar a Jehová? A veces se producen buenos resultados cuando Dios permite que los hombres nos ataquen con furia debido a que somos siervos de él. Las penalidades que tales ataques puedan causarnos nos sirven de un modo u otro de disciplina o entrenamiento. Pero Jehová no tolerará que suframos más de lo que sea necesario para completar dicho entrenamiento (1 Pedro 5:10). ‘Lo restante de la furia del hombre, Dios lo ceñirá sobre sí.’ ¿Y si sufrimos hasta el punto de morir? Eso también puede alabar a Jehová, ya que quienes sean testigos de nuestro fiel aguante quizás glorifiquen igualmente a Dios.
8) Sl 77:6, 11, 12. Medite en las obras de Jehová. Dios diseñó la Tierra con todo lo necesario para que podamos sobrevivir, pero además quiere que disfrutemos de la vida. Por ejemplo, para sobrevivir necesitamos alimentarnos, en la Tierra hay una variedad tan grande de alimentos que comer es un verdadero placer (Ecl. 9:7). “Es increíble ver cómo todo vuelve a la vida. Las flores están programadas para brotar de la tierra y las aves regresan de sus viajes migratorios, como el pequeño colibrí que vuelve al comedero que tengo colgado fuera de la cocina. ¡Jehová nos da tantas cosas buenas! Debe querernos mucho”. Nuestro cariñoso Padre celestial disfruta al contemplar su creación y quiere que nosotros también la disfrutemos (Hech. 14:16, 17). Cuatro pruebas que nos convencen de que Dios nos ama y que ha estado a su lado en los momentos más difíciles: 1) la creación, 2) la Biblia, 3) la oración y 4) el rescate. Si medita en estas pruebas, se sentirá aún más agradecido por el amor que Jehová le tiene.
9) Sl 78:2. ¿Cómo se refirió proféticamente este versículo al Mesías? Porque así nos lo indica Mateo. Después de relatar las parábolas donde Jesús compara el Reino a una semilla de mostaza y a la levadura del pan, el evangelista añade: “Sin ilustración no les hablaba; para que se cumpliera lo que se habló por medio del profeta que dijo: ‘Abriré mi boca con ilustraciones, publicaré cosas escondidas desde la fundación [del mundo]’” (Mat. 13:31-35). Ciertamente, las comparaciones y parábolas eran un medio que usó con maestría para enseñar a la gente.
10) Sl 78:11-17. Recuerde los actos de Jehová a favor de su pueblo. La meditación es fundamental por dos razones. En primer lugar, nos permite asimilar lo que leemos y cultivar un profundo aprecio por ello. Y en segundo lugar, impide que nos olvidemos de Jehová, de sus maravillosas obras y de la esperanza que ha puesto ante nosotros. Ilustrémoslo: los israelitas que siguieron a Moisés en el éxodo de Egipto vieron con sus propios ojos demostraciones del formidable poder de Jehová. También experimentaron su amorosa protección mientras Él los guiaba hacia su heredad. Aun así, en cuanto llegaron al desierto que tenían que atravesar camino de la Tierra Prometida, empezaron a quejarse, lo que demostró su grave falta de fe. ¿Por qué reaccionaron así?
El pueblo desvió su atención de Jehová y la magnífica esperanza que él les ofrecía, y se centró en su bienestar inmediato y en sus intereses carnales. Pese a las milagrosas señales de las que fueron testigos, muchos israelitas faltos de fe comenzaron a quejarse y rápidamente olvidaron [las] obras [de Jehová]. Este comportamiento imperdonable le costó a aquella generación la entrada en la Tierra Prometida.
11) Sl 78:24, 25 ¿Por qué se llama al maná “el grano del cielo” y “el pan mismo de ángeles”? Ninguna de las dos expresiones da a entender que el maná fuera la comida de los ángeles. Era “el grano del cielo” porque de ahí venía (Salmo 105:40). Puesto que los ángeles —o “poderosos”— viven en el cielo, la expresión “el pan mismo de ángeles” bien pudiera significar sencillamente que provenía de Dios, quien mora en los cielos (Salmo 11:4). También es posible que Jehová usara a ángeles para suministrar el maná a los israelitas.
12) Sl 78:40, 41. ¿Cómo pueden nuestras acciones afectar a Jehová según estos versículos? En 1993 traté de encontrar respuestas en la Biblia. Poco después, dos testigos de Jehová llamaron a mi puerta y me invitaron a una asamblea que se celebraría en un estadio cercano. Decidí asistir. Hacía unos meses había ido al mismo estadio para ver un partido, pero esta vez el ambiente era completamente distinto. Los Testigos eran amables e iban bien vestidos, y sus hijos sabían comportarse. En el intermedio ocurrió algo asombroso: cientos de Testigos comieron en el campo de juego, pero, cuando regresaron a sus asientos, no quedó ni un solo papelito en el suelo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue que todos se veían contentos y en paz, precisamente lo que yo anhelaba. No recuerdo ninguno de los discursos que se pronunciaron, pero la conducta de los Testigos se grabó para siempre en mi memoria.
Esa misma noche recordé que mi primo, quien conocía la Biblia y había estudiado distintas religiones, me había dicho años atrás que, según Jesús, uno podía reconocer a los verdaderos cristianos por sus frutos, es decir, por sus acciones (Mateo 7:15-20). Me pareció que al menos debía averiguar por qué los Testigos eran tan diferentes. Por primera vez en la vida sentí un poco de esperanza e ilusión. La semana siguiente, las Testigos que me habían invitado a la asamblea volvieron a visitarme. Me ofrecieron un curso bíblico, y lo acepté. También comencé a asistir a las reuniones cristianas.
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