2 CRÓNICAS 29-32
1-(2 Cr 29:6) ‘Volver el rostro en dirección opuesta’ puede ser una demostración de indiferencia o desprecio.
2-(2 Cr 30:2-3) Puesto que la inmundicia del pueblo impidió que se observase la Pascua en la fecha habitual, Ezequías se valió de la ley que permitía que los que estaban inmundos la celebrasen un mes más tarde. De manera que no solo convocó a Judá, sino también a Israel, enviando cartas mediante correos a todo el país.
3-(2 Cr 31:1.) Hubo una verdadera restauración y revivificación de la adoración verdadera y no una mera reunión emocional de efectos transitorios. Antes de regresar a sus casas, los que habían participado en la celebración salieron y destruyeron las columnas sagradas, derribaron los lugares altos y los altares, y cortaron los postes sagrados que había en todo Judá y Benjamín, así como en Efraín y Manasés.
4-(2 Cr 32:1-8.) Frente al inminente ataque del codicioso Senaquerib, Ezequías mostró sabiduría y estrategia militar. Cegó todos los manantiales y fuentes que había fuera de la ciudad de Jerusalén, de manera que, en caso de sitio, los asirios dispondrían de un escaso suministro de agua. Reforzó las fortificaciones de la ciudad e “hizo proyectiles en abundancia, y escudos”. No obstante, su confianza no descansaba en este equipo militar, pues cuando reunió a los jefes militares y el pueblo, los animó con estas palabras: “Sean animosos y fuertes. No tengan miedo ni se aterroricen a causa del rey de Asiria ni debido a toda la muchedumbre que está con él; porque con nosotros hay más que los que hay con él. Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y para pelear nuestras batallas”. Ante la evidente gran tribulación Jehová por medio de nuestro rey Jesucristo nos ha suministrado un gran caudal de agua espiritual para que podamos soportar y sobrevivir el ataque del Asirio moderno Satanás el Diablo.
5-(2 Cr 32:9-21) Rabsaqué (título militar, no nombre propio), que hablaba hebreo con soltura. A voz en cuello, ridiculizó a Ezequías y desafió a Jehová, jactándose de que Él no podría librar a Jerusalén, tal como los dioses de otras naciones no habían podido salvar la tierra de sus adoradores del rey de Asiria. Ezequías estaba muy angustiado, pero mantuvo su confianza en Jehová y le hizo ruegos en el templo, enviando además a algunos de los cabezas del pueblo al profeta Isaías.
La respuesta que dio Isaías de parte de Jehová fue que Senaquerib oiría un informe y regresaría a su propia tierra, donde sufriría una muerte violenta. Jehová envió a su ángel, quien dio muerte a 185.000 de los mejores hombres de las tropas de Senaquerib, “a todo hombre valiente, poderoso, y a caudillo y jefe en el campamento del rey de Asiria, de manera que este se volvió con rostro avergonzado a su propio país”. Así quedó eliminada para siempre la amenaza de Senaquerib contra Jerusalén. Más adelante, “aconteció que, mientras se inclinaba en la casa de Nisroc su dios, Adramélec y Sarézer, sus propios hijos, lo derribaron a espada”.
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