1 Crónicas 26 a 29
1-(1 Crónicas 26:30) La palabra hebrea traducida “administración” viene de la raíz que significa “visitar; dar atención a”. (Rut 1:6, nota.) También se vierte “cuidado; supervisión”. Desde el principio de la historia humana, Dios autorizó al hombre perfecto a cuidar de la Tierra y tener en sujeción a sus criaturas. (Gé 1:26-28.) Después de la rebelión del hombre, en particular a partir del Diluvio, se desarrolló y consolidó un sistema patriarcal de administración. Dirigía y administraba la vida familiar y la propiedad, e imponía normas de conducta.
La gestión de los asuntos nacionales, incluida la delegación de autoridad a subordinados confiables, que protagonizó Moisés según la voluntad divina durante los cuarenta años de viaje por el desierto suministra un brillante ejemplo de administración. (Éx 18:19-26.) La responsabilidad principal de administración dentro del sacerdocio recaía sobre el sumo sacerdote (Nú 3:5-10); sin embargo, a otros les correspondía supervisar ciertos servicios. (Nú 3:25, 26, 30-32, 36, 37; 4:16.) Después de la entrada de Israel en la Tierra Prometida, los jueces fueron los administradores de la nación con el apoyo divino. (Jue 2:16, 18; Rut 1:1.)
Con el establecimiento del reino de Israel, comenzó a funcionar un sistema de administración más completo. En tiempos del rey David la estructura administrativa estaba bastante pormenorizada: había oficiales que servían directamente bajo el rey y administradores de divisiones por todo el país. (1Cr 26:29-32; 27:1, 16-22, 25-34.) Durante su reinado también fue totalmente organizado el sacerdocio: se nombraron supervisores sobre los trabajos del tabernáculo, oficiales y jueces, porteros, cantores y músicos, y se hicieron 24 divisiones sacerdotales para que se encargaran del servicio en el tabernáculo. (1Cr 23:1-5; 24:1-19.)
Mediante referencias a la mayordomía y la superintendencia, a menudo se considera en las Escrituras Griegas Cristianas el uso apropiado de la responsabilidad y autoridad que han sido delegadas en aquellos encargados de supervisar la aplicación y ejecución de la voluntad expresa de Dios dentro de su pueblo. (Lu 16:2-4; 1Co 9:17; Ef 3:2; Col 1:25; Tit 1:7.) Aunque tal responsabilidad ante Dios es de suma importancia (Sl 109:8; Hch 1:20), la Biblia también recalca el valor de los intereses de aquellos que sirven bajo tal administración. (1Pe 4:10; véase MAYORDOMO.)
¿Qué es la “administración” que Dios inició en 33 E.C.?
En su bondad inmerecida, Dios dispuso tener “una administración [gr. oi·ko·no·mí·an, literalmente: “manejo de la casa”] al límite cabal de los tiempos señalados, a saber: reunir todas las cosas de nuevo en el Cristo, las cosas en los cielos y las cosas en la tierra”. (Ef 1:10; compárese con Lu 12:42, nota.) Esta “administración”, o manejo progresivo, que Dios ha estado llevando a cabo desde 33 E.C., tiene como objetivo la unificación de todas sus criaturas inteligentes. La primera etapa de la “administración” de Dios es la reunión de nuevo de “las cosas en los cielos”, es decir, la preparación de la congregación de herederos del Reino que han de vivir en los cielos bajo Jesucristo como su Cabeza espiritual. (Ro 8:16, 17; Ef 1:11; 1Pe 1:4.) La segunda etapa de esta “administración” es la reunión de “las cosas en la tierra”, esto es, la preparación de aquellos que han de vivir en un paraíso terrestre. (Jn 10:16; Rev 7:9, 10; 21:3, 4.)
2-(1 Crónicas 28:9) Conocer de verdad a Dios supone familiarizarse con su voluntad y sus caminos. Si lo hacemos, desarrollaremos una relación estrecha con él que influirá en todo aspecto de nuestra vida.David no quería que su hijo se limitara a creer en Jehová. Quería que apreciara el profundo interés que muestra en Sus siervos. Sin duda, ese es el aprecio que todos debemos sentir. No fue suficiente que el joven Salomón viera cómo su padre cultivaba fe en Jehová, sino que tenía que conocerlo por sí mismo.
3-(1 Crónicas 29:23.) Los reyes que Jehová nombrara habrían de servir de agentes terrestres de Dios, sin menoscabar lo más mínimo la propia soberanía de Jehová sobre la nación. En realidad, el trono era de Jehová; ellos se sentaban sobre él como reyes delegados. Jehová mandó que se ungiera al primer rey, Saúl (1Sa 9:15-17), y al mismo tiempo expuso la falta de fe que había demostrado la nación. (1Sa 10:17-25.)
Para que el reinado fuera beneficioso, tanto el rey como la nación tenían que respetar la autoridad de Dios. Si ilusoriamente se dirigían a otras fuentes en busca de dirección y protección, la nación y su rey serían barridos. (Dt 28:36; 1Sa 12:13-15, 20-25.) El rey no debía confiar en el poderío militar ni multiplicar el número de sus esposas ni dejarse dominar por el deseo de riquezas. Su gobernación no podía salirse del marco del pacto de la Ley. Tenía la orden divina de escribir su propia copia de la Ley y leerla diariamente, a fin de mantener el debido temor a la Autoridad, ser humilde y atenerse a un proceder justo. (Dt 17:16-20.) En la medida que actuara así, amando a Jehová con todo su corazón y al prójimo como a sí mismo, su gobierno reportaría bendiciones y no habría ninguna causa real de queja debido a opresión o dificultades. Pero como en el caso del pueblo, Jehová también permitió que estos gobernantes demostraran lo que había en su corazón, si estaban o no dispuestos a reconocer la autoridad y voluntad de Dios.
4-(1 Crónicas 29:7) Donaciones obligatorias y donaciones voluntarias en la antigüedad.En la Biblia hallamos instrucciones claras dadas a la nación de Israel sobre la cantidad que Dios les mandaba dar (Levítico 27:30-32; Números 18:21, 24; Deuteronomio 12:4-7, 11, 17, 18; 14:22-27). Estos mandatos no eran abusivos. Jehová prometió a los israelitas que, a cambio de obedecer sus leyes, él los haría “rebosar [...] con prosperidad” (Deuteronomio 28:1, 2, 11, 12).
En otros casos, los israelitas podían donar voluntariamente lo que quisieran, fuera mucho o poco. Por ejemplo, cuando el rey David planificó la construcción de un templo a Jehová, sus súbditos donaron “oro [por valor de] cinco mil talentos” .* Comparemos esto con lo que Jesús observó cuando vino a la Tierra. Él “vio a cierta viuda necesitada echar [en las arcas del templo] dos monedas pequeñas de ínfimo valor”. ¿Podemos hacernos una idea de la cantidad que donó? Pues bien, para que equivaliera al salario de un día, ¡tendría que haber puesto sesenta y cuatro veces esa cantidad! Aun así, Jesús señaló que aquella pequeña ofrenda le había sido grata a Jehová (Lucas 21:1-4).En 2008, el precio medio del oro fue de 871 dólares la onza, de modo que aquella contribución equivalió a 4.794.855.000 dólares.
5-(1 Crónicas 29:29 menciona “las palabras de Samuel el vidente”, “las palabras de Natán el profeta” y “las palabras de Gad el hombre de visiones”. Estas tres denominaciones podrían ser una referencia colectiva a los libros que hoy conocemos como Primero y Segundo de Samuel, o quizás al libro de Jueces.
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