martes, 29 de septiembre de 2015

2Reyes 23-25

1-(2Re 23:4,5) El término hab·Bá·ʽal (el Baal) es la designación aplicada al dios falso Baal. La expresión hab·Beʽa·lím (los Baales) se refiere a las deidades locales, que, según se creía, eran dueñas de ciertos lugares en particular o ejercían influencia en ellos. La Biblia hace varias alusiones a los cuerpos celestes en relación con la adoración a Baal. Al describir el derrotero pecaminoso del reino de Israel, el registro de las Escrituras dice: “Siguieron dejando los mandamientos de Jehová [...], y a inclinarse ante todo el ejército de los cielos y a servir a Baal”. En cuanto al reino de Judá, se informa que en el mismo templo de Jehová llegaron a estar “los utensilios hechos para Baal y para el poste sagrado y para todo el ejército de los cielos”. También, la gente por todo Judá hizo “humo de sacrificio a Baal, al sol y a la luna y a las constelaciones del zodíaco y a todo el ejército de los cielos”.

2-(2Re 23:4-7)  Entre las palabras hebreas que se traducen “Dios” se encuentra "El," que probablemente signifique “Poderoso; Fuerte” (Gé 14:18); se emplea para referirse a Jehová, a otros dioses e incluso a hombres.  Los textos de Ras Shamra identifican a la diosa Aserá, como la esposa del dios El, “Creador de las Criaturas”, y la llaman “señora Aserá del Mar” y “Progenitora de los Dioses”, lo que la convierte en madre de Baal. En el baalismo las tres diosas prominentes son: Anat, Aserá y Astoret. Sin embargo, las funciones de Anat, Aserá y Astoret debieron intercambiarse fácilmente, como se desprende de las fuentes extrabíblicas, así como del propio registro bíblico. Si bien Astoret figuraba como la esposa de Baal, es posible que a Aserá también se la considerase como tal.

La degradada adoración de Aserá llegó a practicarse hasta en el mismísimo templo de Jehová. El rey Manasés hasta colocó allí una imagen tallada del poste sagrado, probablemente una representación de la diosa Aserá. (2Re 21:7.) A Manasés se le disciplinó con el cautiverio en Babilonia, si bien demostró haberse beneficiado de dicha disciplina, pues cuando regresó a Jerusalén, limpió la casa de Jehová de objetos idolátricos. No obstante, su hijo Amón reanudó el degradante culto a Baal y Aserá, que iba acompañado de prostitución ceremonial. (2Cr 33:11-13, 15, 21-23.) Eso obligó al justo rey Josías, sucesor de Amón, a derribar “las casas de los prostitutos de templo que estaban en la casa de Jehová, donde las mujeres tejían tiendas-capillas para el poste sagrado”.

 Ni la la extensa depuración que llevó a cabo el rey Josías, consiguieron recuperar de modo permanente la adoración verdadera. Como resultado de haberse contaminado por completo con la adoración falsa, el pueblo fue castigado con el exilio y la desolación de la tierra. Cualquier cosa que se adore puede denominarse un dios, puesto que el adorador le atribuye un poder superior al suyo y la venera. Una persona incluso puede hacer de su vientre un dios. (Ro 16:18; Flp 3:18, 19.) En la Biblia se mencionan muchos dioses, pero al mismo tiempo dice que los dioses de las naciones son dioses inútiles. (Sl 96:5)

3- (2 Reyes 23:10) En la antigüedad, fuera de los muros de Jerusalén había un lugar llamado Tófet. Allí, israelitas apóstatas entre ellos los reyes Acaz y Manasés, practicaron la terrible costumbre de sacrificar niños. Finalmente, el fiel rey Josías puso fin a aquella práctica al convertir a Tófet en un lugar inservible para ceremonias religiosas.

 ¿Por qué se llamó Tófet a aquel lugar? El origen de la palabra está en disputa, pero es interesante notar lo que dijo sobre ese lugar el erudito judío David Kimhi (c. 1160-c. 1235). Al considerar 2 Reyes 23:10, escribió: “El nombre del lugar donde hacían pasar [por fuego] a sus hijos a Mólek. El nombre del lugar era Tófet, y se decía que se llamaba así porque los adoradores bailaban y tocaban panderetas [hebreo: tup·pím] para que el padre no oyera los gritos de su hijo cuando lo hacían pasar por el fuego, y para que no se le agitara el corazón y lo llevara a quitar al joven de las manos de ellos. Y este lugar era un valle que pertenecía a un hombre llamado Hinón y fue llamado ‘valle de Hinón’ y ‘valle del Hijo de Hinón’ [...] Josías contaminó aquel lugar e hizo que llegara a ser un lugar inmundo, donde se echaran cadáveres y toda inmundicia, de modo que nunca jamás subiera al corazón de un hombre hacer pasar a su hijo y su hija en el fuego a Mólek”.

En nuestros tiempos el dios Mólek es solo una curiosidad histórica, y quizás para muchos sea difícil comprender por qué la gente mataba a sus hijos por él. Sin embargo, parece que todavía hay adultos que están dispuestos a matar a su prole cuando les parece conveniente. Durante este siglo, millones de jóvenes han sido sacrificados en el altar de la guerra. Cada año, por abortos se da muerte deliberadamente a incontables millones de bebés no nacidos, a muchos por haber sido concebidos en relaciones sexuales de tipo casual o porque su nacimiento interferiría con el estilo de vida de sus padres. Así, se sacrifica a estos niños a los dioses de la libertad sexual y el materialismo.

4-(2 Re 23:15, 16.) La profecía de Jehová concerniente a Josías requería que algún descendiente de David se llamara así, y además predijo que ese rey tomaría acción contra la adoración falsa que se practicaba en la ciudad de Betel. (1Re 13:1, 2.) Más de tres siglos después, un rey con ese nombre cumplió esta profecía. Sin embargo, no prestó atención a “las palabras de Nekó procedentes de la boca de Dios”, lo que resultó en su muerte. (2Cr 35:20-24.) Por lo tanto, aunque Dios lo preconoció y predeterminó para hacer un trabajo específico, Josías era una persona con libre albedrío que podía escoger entre obedecer o no hacerlo. De manera similar, Jehová predijo con casi dos siglos de anterioridad que se valdría de un conquistador llamado Ciro para liberar a los judíos de Babilonia. (Isa 44:26-28; 45:1-6.)

5-(2 Re 24:11-17.) En 617 a.E.C., Nabucodonosor el rey de Babilonia capturó al rey Joaquín de Jerusalén y lo envió con otros “hombres de nota del país” al cautiverio en Babilonia. Nabucodonosor hizo rey en Jerusalén a Matanías y “cambió el nombre de este al de Sedequías”. Los propios registros babilónicos hallados por arqueólogos también confirman ese acontecimiento. La Crónica Babilónica ---antiguas tablillas de barro con el registro de acontecimientos importantes— dice que el rey de Babilonia “sitió a la ciudad de Judá [Jerusalén], y [...] tomó la ciudad y capturó al rey. Instaló allí a un rey escogido por él, recibió su pesado tributo y (los) envió a Babilonia”.

6-(2Re 25:2-7) En el 607 a. E.C., en “el año undécimo de Sedequías, en el mes cuarto, el día nueve del mes”, se abrió una brecha en los muros de Jerusalén. Sedequías y los hombres de guerra huyeron durante la noche, pero fueron alcanzados en las llanuras desérticas de Jericó y Sedequías fue llevado ante Nabucodonosor, en Riblá. Los hijos de Sedequías fueron ejecutados delante de sus ojos. Puesto que entonces Sedequías no tenía más que treinta y dos años, los muchachos no podían haber tenido muchos años. Después de haber sido testigo de la muerte de sus hijos, Sedequías fue cegado, atado con grilletes de cobre y llevado a Babilonia, donde murió en la casa de custodia.

7-(2 Reyes 25:8). Corre el año 607, el undécimo año del reinado de Sedequías, y Jerusalén lleva dieciocho meses sitiada por Nabucodonosor, el rey de Babilonia. El séptimo día del quinto mes del año decimonoveno del reinado de Nabucodonosor, Nebuzaradán —el jefe de la guardia de corps— llega a Jerusalén. Quizás, desde su campamento, situado fuera de las murallas de la ciudad, reconoce las posiciones enemigas y concibe una estrategia. Tres días después, el décimo día del mes, entra en Jerusalén y quema la ciudad (Jeremías 52:12, 13). Jeremías relata con detalle la caída de Jerusalén. Su descripción de los acontecimientos sirve de base para escribir endechas, o lamentos, composiciones que aparecen en el libro bíblico de Lamentaciones

8-(2 Re 25:27-30.) La Biblia menciona además la porción designada de alimento que se dio a Joaquín mientras estuvo en el exilio en Babilonia.  Los arqueólogos han hallado en Babilonia documentos administrativos que mencionan la porción de alimento que se dio tanto a “Joaquín, rey” como a los “hijos del rey de Judá”.

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