1-( 2 Sa 16:1-4) Como Mefibóset centremonos en los aspectos positivos de nuestros ofensores y seamos ejemplo de humildad. Zibá siervo de Mefibóset lo calumnió ante el rey David, quien huía de Jerusalén por causa de la rebelión de su propio hijo, Absalón. Zibá afirmó que Mefibóset le era desleal y que se había quedado en Jerusalén con la esperanza de conseguir la gobernación real. David le creyó Zibá y entregó a aquel mentiroso toda la propiedad del hijo de Jonatán.
Cuando Mefibóset por fin se reunió con David, le contó lo que de verdad había sucedido, a saber, que mientras se preparaba para reunirse con él, Zibá lo había engañado y se había ofrecido para ir en su lugar. ¿Reparó el rey el daño? Solo en parte, pues dividió la propiedad entre ambos. Aquello constituía otra posible espina en la carne de Mefibóset. ¿Se sintió muy decepcionado? ¿Protestó por la decisión de David y se quejó de que era injusta? No, fue humilde y se mostró conforme con los deseos del rey. Se centró en los aspectos positivos, pues se alegró de que el legítimo rey de Israel hubiera regresado sano y salvo. Mefibóset realmente dio un ejemplo magnífico al aguantar su discapacidad, la calumnia y la decepción
2-(2 Sal 16:5-13.) No vengarnos nosotros mismos sino dejar la venganzaen manos de Jehová.Aunque las acusaciones de Simeí eran falsas, David, humildemente, resistió la tentación de tomar represalias; antes bien, dejó el asunto en manos de Jehová. David es ejemplo de un fiel siervo de Jehová que aguantó pacientemente males cometidos contra él, y así manifestó gran paciencia. Perseguido como un perro por el celoso rey Saúl, en dos ocasiones David pudo haber tomado represalias mediante matarlo. Pero David esperó en Dios, tuvo la oportunidad de poner fin al acosamiento de que lo hacía objeto Saúl. En vez de eso, David optó por ejercer gran paciencia.
Cuando el rey David huía de su traicionero hijo Absalón. Simeí, un benjamita de la casa de Saúl, apedreó a David e invocó el mal contra él al gritarle: “¡Sal, sal, oh hombre culpable de sangre y hombre que no sirve para nada!”. Abisai quiso que se diera muerte a Simeí, pero David rehusó tomar represalias. En lugar de desquitarse, de nuevo manifestó la cualidad de gran paciencia. En las Escrituras abundan los ejemplos excelentes de gran paciencia. Jehová y su amado Hijo son los ejemplos principales. Pero ¡qué animador es observar que seres humanos imperfectos —como José, David y el apóstol Pablo— han desplegado esa cualidad!
3-(2 Sa 16:21,22) Adueñarse del harén de un enemigo era “una parte fundamental de la conducta de los monarcas de aquella época”. El consejo que el traidor Ahitofel dio a Absalón hijo del rey David, de que tuviera relaciones sexuales con las concubinas de su padre, no era nada nuevo.
4-(2 Sa 17:10) LA BIBLIA en ocasiones pone al león como símbolo de valor y confianza. Dice que los hombres valientes y denodados tienen “el corazón del león”, y que los justos “son como un león joven que tiene confianza”. (Proverbios 28:1.) Sobre todo cuando se le desafía, el león muestra que merece la reputación de ser “el más poderoso entre las bestias”. (Proverbios 30:30.)
Jehová Dios relaciona su determinación de proteger a su pueblo con la audacia del león. Isa 31:4, 5. De este modo, Jehová garantiza a sus siervos que los cuidará, especialmente cuando afronten adversidad. La Biblia compara a Satanás el Diablo, el peor enemigo de la humanidad, con un león rugiente y hambriento. A fin de que no nos convirtamos en presa suya, las Escrituras nos advierten: “Mantengan su juicio, sean vigilantes”. (1 Pedro 5:8.) Un modo de hacerlo consiste en evitar la somnolencia espiritual, que tiene consecuencias fatales. Jesús dijo al respecto: “Presten atención a sí mismos para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con exceso y beber con exceso, y por las inquietudes de la vida”. (Lucas 21:34-36.) Sí, estar despiertos espiritualmente en estos “últimos días” nos dará “el corazón del león”, un corazón “constante, confiado en Jehová”. (2 Timoteo 3:1; Salmo 112:7, 8.)
5-(2Sa 17:12.) Las gotas de rocío son silenciosas y abundantes. Quizás Husai quería referirse a ese sigilo o tal vez a un ejército tan numeroso como las gotas de rocío cuando dijo a Absalón: “Estaremos sobre [David] tal como cae el rocío sobre el suelo”. El Rey que Jehová ha nombrado tiene su “compañía de hombres jóvenes justamente como gotas de rocío”, quizás en lo que tienen que ver con cantidad. (Sl 110:3.)
6-(2 Sa 18:8) ¿Qué se entiende por la declaración de 2 Samuel 18:8, “La selva hizo más, en cuanto a comerse a la gente, de lo que hizo la espada”?
El hijo del rey David, Absalón, quien era bien parecido, usurpó el trono y obligó a su padre a huir de Jerusalén. Más tarde, en la selva de Efraín (quizás al este del río Jordán) ocurrió una batalla entre las fuerzas de Absalón y los hombres leales al rey ungido de Jehová, David. El relato de 2 Samuel 18:6, 7 dice que durante la encarnizada batalla los hombres de David dieron muerte a 20.000 rebeldes. El siguiente versículo añade en parte: “Además, la selva hizo más, en cuanto a comerse a la gente, de lo que hizo la espada en comérsela aquel día”.
Algunos han sugerido que esto se refiere a que soldados rebeldes fueron devorados por las bestias salvajes que moraban en los bosques. (1 Samuel 17:36; 2 Reyes 2:24.) Pero esto no se refiere necesariamente a un comer literal por animales, tal como “la espada” tampoco se comió literalmente a los que murieron en batalla. En realidad, la batalla “llegó a extenderse sobre toda la tierra que estaba a la vista”. De manera que una explicación más probable es que los hombres derrotados de Absalón, que huían en pánico por la selva rocosa, quizás cayeron en hoyos y barrancos ocultos y se enredaron en la maleza. Es interesante que el relato pasa a decir que Absalón mismo fue víctima de la selva. Aparentemente debido a su abundante cabellera, la cabeza se le prendió de un gran árbol, y él quedó expuesto sin defensa posible al ataque mortífero de Joab y sus hombres. El cadáver de Absalón fue ‘arrojado en la selva, en un hueco grande, y sobre él alzaron un montón de piedras muy grande’. (2 Samuel 18:9-17.)
7- (2 Sa 18:33.) EL AGUIJÓN de la muerte no solo hace daño, también deja aturdida a la mayoría de los supervivientes: esposo, esposa, padre, madre, hijo, hija o amigo. Los sabios quizás hagan preguntas, pero sin encontrar respuestas que los consuelen, y los fuertes tal vez se lamenten bajo el peso de la aflicción, pero sin obtener consuelo. Los lectores de la Biblia puede que recuerden el lamento de David por la ejecución del traidor Absalón: “¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Oh, que yo pudiera haber muerto, yo mismo, en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!”. No se trataba del llanto del rey por un traidor; era el llanto del padre por su hijo muerto. Quizás usted se haya sentido igual al perder a un ser querido.
Cuando se atraviesa un período de profunda aflicción, quizás nos hagamos preguntas que nos inquieten. ‘¿Por qué tuvo que ocurrir? ¿Sabía Dios lo que iba a suceder? De ser así, ¿por qué no lo impidió?’. Incluso conociendo bien la Biblia y sabiendo que los muertos van a ser resucitados, una persona tiene preguntas inquietantes que requerirán meditación profunda para obtener consuelo y alivio.
Las respuestas desacertadas no producen satisfacción verdadera, solo un consuelo falso. El que se diga que ‘Dios necesitaba a su ser querido’ suele apartar a la persona de Dios con un espíritu de amargura. La verdad, tal como se presenta en la Biblia, responde a las preguntas sobre el dolor y nos acerca más a Jehová, en vez de alejarnos de él. En 2 Corintios 1:3, 4 se nos asegura que él es el padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo.
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