martes, 13 de septiembre de 2016

SALMOS 120-134
1- (Sal 120:1-7) La calumnia y el sarcasmo ocasionan terribles sufrimientos. Un modo de demostrar que “abog[amos] por la paz” es refrenar la lengua.  Si tenemos que soportar la “lengua mañosa” de alguien, nos consolará saber que Jehová arreglará los asuntos en su debido momento. Los calumniadores sufrirán calamidad a manos de “un poderoso”. Serán consumidos por el juicio destructor de Jehová, simbolizado por las “brasas ardientes de las retamas”.

2- (Sal 121:1,2) Jehová es el Creador nos transmite confianza.  El escritor no dirigió la vista a un cerro cualquiera. Cuando escribió estas palabras, el templo de Jehová estaba en Jerusalén, la ciudad de la morada del Altísimo. Puede que haya mirado hacia el monte donde se ubicaba el templo, confiado en que Dios lo socorrería. ¿Por qué estaba tan convencido de recibir su apoyo? Porque Jehová es “el Hacedor del cielo y de la tierra”. Así pues, lo que el escritor dio a entender fue esto: “¡Nada va a impedir que el Creador omnipotente me auxilie!”

3- (Sal 121:3,4). Jehová está atento a las necesidades de sus siervos .  Efectivamente, es inimaginable que Dios permita que quien confía en él “tambalee” o sufra caídas irremediables.  ¿Por qué? Porque es como un pastor vigilante que vela por sus ovejas. ¿No nos transmite seguridad esta imagen? Ni por un instante cerrará él los ojos a las necesidades de sus siervos. Día y noche los guarda.

4- (Sal 121:5,6). Jehová es el leal Protector de su pueblo.  En el Oriente Medio, el caminante agradecía las sombras, pues lo amparaban del sol abrasador. Pues bien, Jehová es para sus siervos como una sombra que los resguarda del calor ardiente de la calamidad. Obsérvese que Él está a la “mano derecha”. En las batallas de la antigüedad, el soldado dejaba su diestra un tanto desprotegida, ya que sostenía el escudo con la mano izquierda. Por ello, había veces en las que un amigo fiel luchaba a su derecha para cubrirlo. Jehová, igual que el buen amigo, permanece al lado de sus siervos, siempre dispuesto a apoyarlos.

5- (Sal 121:7,8) Se les  asegura a los verdaderos siervos de Dios que Él seguirá auxiliándolos en el futuro. No importa dónde vayan ni qué calamidades afronten, nunca estarán fuera del alcance de su mano protectora (Proverbios 12:21).

6- (Sal 122:3-4) Dentro de poco, cuando comiencen tiempos de angustia para este sistema, nosotros tendremos que estar muy unidos. La unidad espiritual que necesitaremos podría compararse a la proximidad que había entre las casas de Jerusalén. Gracias a eso, sus habitantes podían ayudarse y protegerse mutuamente. anto ahora como en los tiempos difíciles que se avecinan, nosotros también debemos permanecer muy juntos, muy unidos.

7-  (Sal 123:2)Los siervos miraban a las manos de sus amos por dos motivos: para ver lo que querían y para recibir protección y sustento. Igualmente, nosotros acudimos a Jehová para saber su voluntad y obtener su favor.

8- (Sal 126:1-6) Los que regresaron de Babilonia se sentían muy felices por su liberación, pero posiblemente lloraron al sembrar semilla en el suelo desolado que no se había trabajado durante setenta años. No obstante, Jehová les hizo volver por causa de Su nombre, y los que llevaron adelante la siembra y la obra de reconstrucción disfrutaron del fruto de su trabajo. Por un tiempo, cuando se paralizó la construcción del templo, Jehová retuvo el fruto de la tierra, pero mediante los profetas Ageo y Zacarías se volvió a animar al pueblo a que emprendiera la actividad y recibió otra vez el favor de Dios. Jehová utiliza el proceso de la siembra y el crecimiento para ilustrar la seguridad del cumplimiento de su palabra. (Isa 55:10, 11.)

9-  (Sal 127:1, 2). Debemos buscar la guía de Jehová en todo lo que hagamos.

10- (Sal 127:3) ¿Por qué puede calificarse de milagro lo que ocurre en el seno materno?  Meditemos en las maravillas que hizo posible Jehová al crear a los primeros padres de la forma en que los creó. Las células que aportaron tanto Adán como Eva permitieron que se desarrollara en la matriz de la mujer un ser plenamente formado: el primer bebé humano (Génesis 4:1). Hasta el día de hoy nos llena de asombro lo que para muchos constituye un auténtico milagro: la concepción y el nacimiento de una criatura.
 En unos doscientos setenta días, la nueva célula, fruto de la unión del padre y de la madre, se transforma en una criatura que consta de billones de células, las cuales han ido diferenciándose en más de doscientas clases según las instrucciones contenidas en la célula original. Siguiendo esas maravillosas instrucciones —que escapan al entendimiento humano—, estas células de admirable complejidad se multiplican en el orden y modo preciso para formar un nuevo ser humano.
11-(Sal 127:4-5) A los hijos se les compara con flechas, y al padre, con un guerrero poderoso. Tal como un arquero sabe que las flechas no dan en el blanco por casualidad, los padres amorosos comprenden que la educación de los hijos no puede dejarse al azar. Quieren que sus hijos alcancen determinado “blanco”: que se conviertan en adultos responsables y felices. Desean que tomen buenas decisiones, sean sabios, se eviten problemas innecesarios y alcancen metas que merezcan la pena. Pero no basta con que los padres quieran eso.
¿Qué hace falta para que una flecha dé en el blanco? Hay que prepararla con cuidado, protegerla bien y dispararla con fuerza hacia el blanco. De la misma manera, para que los niños lleguen con éxito a la edad adulta, hay que prepararlos, protegerlos y darles dirección. Analicemos uno por uno estos tres aspectos de la educación de los hijos.

12- (Sal 130:3). Jehová no nos espía para descubrir toda falta y error que cometamos.  Si nos acercamos a Jehová con un corazón completo, sus ojos estarán sobre nosotros, pero no para condenarnos, sino para observar nuestro esfuerzo y contestar nuestras peticiones de ayuda y perdón. El apóstol Pedro señaló: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y sus oídos están hacia su ruego; pero el rostro de Jehová está contra los que hacen cosas malas” (1 Pedro 3:12).

13- (Sal 131:1-3) David aprendió a calmar su alma tal como el niño que deja la lactancia aprende a hallar consuelo y satisfacción en los brazos maternales. Logró tranquilizarse “como un niño destetado sobre su madre”.  Evitando la altivez de corazón, la altanería de ojos y la búsqueda de cosas demasiado grandes para él. En vez de anhelar prominencia, David reconoció por lo general sus limitaciones y fue humilde. Nosotros haremos bien en imitar su actitud, sobre todo si estamos esforzándonos por conseguir privilegios de servicio en la congregación.

14- (Sal 133:1-3. La unidad del pueblo de Jehová nos sosiega, nos sana y nos reanima. No debemos perturbarla con críticas, disputas ni quejas.

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