martes, 19 de enero de 2016

Esdras 1-5

1) 1:1–3:6. El rey persa, Ciro, cuyo espíritu Jehová despertó, hizo anunciar un pregón: ¡Se reedificará el templo en Jerusalén y se restaurará la adoración a Jehová! Todos los israelitas pueden participar. Los que puedan hacerlo, quedan en libertad de regresar a su tierra natal para la obra de reconstrucción. A los demás se les insta a contribuir liberalmente a la financiación del proyecto. Serán devueltos los utensilios que Nabucodonosor se había llevado del templo original a Babilonia. Bajo el liderazgo de Zorobabel, casi 50.000 personas efectúan el viaje de regreso a Jerusalén a lo largo de unos 1.600 kilómetros (1.000 millas). Reconstruyen el altar sagrado y ofrecen sacrificios a Jehová. Luego, en el otoño de 537 a. E.C., celebran la Fiesta de las Cabañas. ¡Los predichos 70 años de desolación terminan al tiempo exacto! (Jeremías 25:11; 29:10.)

2) 1:3-6. ¿Fueron desleales los israelitas que permanecieron en Babilonia?
No necesariamente, aunque en algunos casos el materialismo y la falta de aprecio pudieron haber sido factores subyacentes. El decreto de Ciro no exigía que todos regresaran, sino que lo dejó a la elección personal. La edad avanzada, las enfermedades o las responsabilidades familiares, tal vez impidieron a algunos emprender el viaje de regreso. Pero se esperaba de ellos que extendieran ayuda a los que podían regresar.

3) 1:8. ¿Quién fue Sesbazar?
Muy probablemente este era un nombre oficial en la corte caldea otorgado a Zorobabel. (Compárese con Daniel 1:7.) Los hechos que en una parte de la Biblia se le atribuyen a Sesbazar, se le acreditan más adelante a Zorobabel. (Esdras 5:16; Zacarías 4:9.) A ambos se les da el título de “gobernador”. (Esdras 5:14; Ageo 2:21.) Y, en Esdras 2:2 y 3:1, 2, se presenta a Zorobabel dirigiendo el regreso de los exiliados; en este caso, muy apropiadamente, no se menciona el nombre de Sesbazar.

4) 2:61-63. ¿Qué eran el Urim y el Tumim?
Se cree que eran suertes sagradas que se empleaban para inquirir de Jehová. Según la tradición judía, estas suertes desaparecieron al tiempo de la destrucción del templo en 607 a. E.C. Respalda esta conclusión el hecho de que a ciertos hombres que alegaban ser de ascendencia sacerdotal se les excluyera del sacerdocio y del derecho a comer de las cosas santísimas, “hasta que un sacerdote se pusiera de pie con Urim y Tumim”. Pero no ha quedado registro alguno respecto al uso de estas suertes en aquel tiempo ni después.
Lección para nuestro día: Existe entre los testigos de Jehová del día moderno una situación similiar a la de los exiliados judíos. No todos pueden emprender el ministerio de tiempo completo o dejar sus hogares para ir a servir en lugares donde hay más necesidad de ayuda. No obstante, hacen cuanto pueden para promover la adoración pura por medio de contribuciones voluntarias e impartiendo ánimo a quienes pueden ensanchar su servicio.


5) 3:7–4:24. Los judíos repatriados colocan con gran regocijo el fundamento de la casa de Jehová. Sin embargo, sus adversarios intentan por años desanimar a los que reconstruyen el templo. Finalmente, estos enemigos convencen al rey de que una ciudad “rebelde y mala” está siendo reedificada y consiguen que mediante una orden real se detenga la obra. La prohibición continuó “hasta el segundo año del reinado de Darío el rey de Persia”.

6) 3:12. ¿Por qué lloraban estos hombres?
Estos hombres de edad muy avanzada recordaban la magnificencia que había tenido el templo de Salomón que Dios había diseñado. Lo que ahora estaba ante sus ojos —solo unos cimientos— era una insignificancia en comparación con aquel. Seguramente, estaban desanimados y dudaban que sus esfuerzos pudieran resultar en un templo que tuviera una gloria como la del anterior. (Ageo 2:2, 3.)

7) 4:1-3. ¿Por qué rechazaron la ayuda que se les ofreció?
Estos gentiles, que habían sido traídos por el rey de Asiria para repoblar la tierra, no eran verdaderos adoradores de Dios. (2 Reyes 17:33, 41.) De aceptar su ayuda hubieran comprometido la adoración verdadera, y Jehová les había prevenido específicamente contra cualquier clase de iniciativa en pro de la unión de fes. (Éxodo 20:5; 34:12.) Además, en el relato se califica a estos gentiles de “adversarios”.

Lección para nuestro día: Cuando en nuestro servicio a Dios nos enfrentemos a oposición, debemos imitar a estos judíos que regresaron a Jerusalén e inmediatamente se reunieron para adorar “como un solo hombre”. La confianza en Jehová y el poner su adoración en primer lugar les infundió fuerzas para llevar a su término el trabajo asignado. (Esdras 3:1-12.)


8) 5:1–6:22. Incitados por los profetas Ageo y Zacarías, los judíos prosiguieron la obra con celo renovado. Los adversarios, incapaces de detenerles, se quejan de nuevo al rey. El rey Darío ordena una investigación y se halla el decreto original de Ciro. Por consiguiente, se emite una orden a fin de que los opositores no solo ‘cesen y desistan’, sino que ¡además se les ordena que contribuyan materialmente! Animados continuamente por los profetas de Jehová, el templo llega a su terminación y se inaugura en 515 a. E.C. ¡Con gran gozo es dedicado a Jehová, quien cumple sus promesas!

9) 5:5. ¿Por qué no pudieron detener los adversarios la obra de reedificación?
El cuidado atento de Jehová estaba sobre sus siervos fieles. (2 Crónicas 16:9.) Al ser fortalecidos por el espíritu de Dios, los ancianos no permitieron que se les intimidara. Se remitieron al decreto original de Ciro por mucho tiempo olvidado. Dado que la ley persa no se podía cambiar, los adversarios temieron oponerse al decreto real. (Daniel 6:8, 15.) La dirección de Jehová fue evidente y, en consecuencia, la obra de reconstrucción continuó.

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